¿Estamos preparados para tomar las riendas de “la cultura”? ¡¿Por qué no?!
En estos días al leer noticias relacionadas con el mundo cultural, sugerentes expresiones como: “vacaciones de navidad en los museos”, “museos vivos”, “actividades culturales para todos los públicos”, “unas vacaciones alternativas”; pueden hacernos sentir, a los que nos dedicamos a esto de la reflexión sobre las iniciativas culturales, que más que nunca se hace un esfuerzo desde la instituciones por acercarse a su público.
¿Es ese entusiasmo correspondido? ¿Están más que nunca las instituciones culturales respaldadas por su público? ¿Podemos hablar de que existe una verdadera conexión entre las instituciones que velan por la cultura y su promoción y la sociedad que la crea y le da vida?
¿Podemos hablar de una relación estrecha entre museos-centros culturales y la sociedad? ¿Repercuten, realmente, las iniciativas en la sociedad? Nadie duda de la buena fe e intención principal de las mismas pero: ¿realmente ocurre?
Hace unos días, hacia principios de diciembre, aparecía una interesante reflexión en la prensa1 acerca del futuro tan imprevisible y discutido de la financiación pública de la cultura. Se hablaba de una “burbuja que ha explotado” del mismo modo que ha ocurrido en otros sectores económicos. Se hablaba de la cultura como uno de los principales bálsamos de la consciencia ante la situación de crisis generalizada en que vivimos y se advirtió acerca de la capacidad crítica, agudizada por estos tiempos, de las audiencias y usuarios de los programas culturales capaces de decidir, elegir, y hasta depurar una oferta cultural de no siempre tanto arraigo y calidad como cabría esperar.
Aunque la lectura expuesta en el párrafo anterior es un tanto “libre”, dos son las cuestiones sobre las que les propongo reflexionar:
1º ¿Cuándo decimos que “la cultura” es un bálsamo estamos realmente elaborando una justificación? ¿Somos capaces de elaborar una justificación profunda en defensa de las bondades de la cultura? ¿Es “la cultura” un ente sagrado aunque no autosuficiente o es la cultura el blanco imprudente de todas las críticas? En ambos casos apuntamos hacia la profundidad de la relación de la actividad cultural con la sociedad que la crea. ¿O es que consideramos que “la actividad cultural”/ la oferta cultural no tiene nada que ver con nuestras capacidades, expectativas, significaciones etc.?
2º Por otro lado, como sociedad y como individuos ¿estamos preparados para dar nuestro voto y veto a los programas culturales? ¿Tenemos claro qué podemos esperar del desarrollo y dinamización -mediante programas culturales- de los legados y aportaciones culturales que consideramos como ”nuestras”? ¿O es quizás, la dinamización de “la cultura”, la intención de producir unas iniciativas de calidad que lleguen a todos; una cuestión de “ponerse a prueba” mutuamente?
Quizás se trate de pensar la relación, la crítica y la evaluación de lo que se hace con y por la cultura desde el punto de vista de lo que ocurre entre “bastidores”. De un lado, el personal y los técnicos y, de otro, los usuarios y audiencias. Las instituciones son órganos de gestión pero quizás debamos fijar nuestras esperanzas y expectativas en las personas que hay detrás de ellas, del mismo modo que, las personas que hay “detrás” deberán fijarse y confiar su responsabilidad y entrega diaria a las personas concretas que tienen “delante” 2.
¿Nos sentimos cerca de las instituciones culturales?
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1 Me refiero al artículo aparecido el día 10 del pasado diciembre en el periódico “Público”.
2 Sobre esta interesante cuestión relacionada con personas y disposiciones habla: Nina Simon en su blog Museum 2.0. Nina Simon es directora un Museo de Arte e Historia de Santa Cruz en California (EEUU) y está considerada una de las pioneras en hablar de diseño de la participación en el mundo de los museos (un contexto abundante de iniciativas culturales).